15/9/16

El paisaje más tranquilo



Sentada en el suelo de la terraza y tras los barrotes de la misma, contemplé el hermoso paisaje sin luna que me ofrecía la noche, que me arropaba con su manto de estrellas. Desde allí podía ver los tejados de todas las casas del pueblo. Las antenas de los tejados, las farolas y a lo largo el campanario de la Iglesia, hermoso e inconfundible entre los centenares de tejados que cubrían el oscuro horizonte. Al final de él vi centellear dos faros amarillos que se acercaban por la calle, y las ruedas del coche chirriaron ante el brusco frenado propiciado por el ebrio conductor. Los grillos se oían cantar su hermosa melodía como cada verano, pero también se oían unas voces lejanas provenientes de jóvenes que acababan de salir de casa preparados para disfrutar de una noche de fiesta.
También se percibía algún que otro perro ladrando y hasta el llanto de un niño. Sentía como la brisa corría, despegando el sudor que procedía de mi piel, y alborotando mis cabellos. Sería una lástima volver dentro de la habitación, soportar el abrasador calor del verano que embargaba la casa.

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