6/10/18

La historia de Jonathan y Anabel - Capítulo 2


En la actualidad...

Jonathan era un chico normal que no se sentía cómodo fuera de su zona de confort. Su rutina consistía del trabajo a casa y de casa al trabajo los días de diario y sólo se permitía muy poca libertad los fines de semana cuando salía de fiesta con sus amigos. A la hora del almuerzo, en su media hora libre del trabajo, siempre iba a la misma cafetería, lo atendía la misma camarera y siempre se pedía el mismo desayuno: un café con leche con dos sobrecitos de azúcar y una tostada con mantequilla y mermelada de fresa. Nunca de melocotón, al que era alérgico, y que siempre lo tenía que rechazar cuando no les quedaba de fresa.

Pero ese día algo cambió.


En la barra de la cafetería no estaba María, la chica dicharachera cuyos cabellos rojos se amontonaban siempre en un desenfadado moño. Esa chica había dado paso a otra con los cabellos rubios y rizados, recogidos en una cola de caballo. Tenía la misma complexión que María, y sus mismos ojos azules y se preguntó si estarían emparentadas.

— Buenos días — saludó Jonathan, y por primera vez, cuando ella lo miró, se perdió en aquellos enormes ojos azules como el mar.

— Buenos días — contestó ella —: ¿Qué vas a tomar?

— ¿Dónde está la chica de siempre?

— ¿María? Es mi hermana. Me ha contratado y me ha asignado este horario.

— Ah, vale. Tomaré lo de siempre.

— ¿Y qué es lo de siempre? — preguntó ella y le dedicó una enorme sonrisa.

— Oh, cierto. La costumbre. Una tostada con mantequilla y mermelada de fresa y un café con leche con dos sobres de azúcar, por favor.

— Marchando.

Sólo un día. Un día cambió la rutina de Jonathan. La simple rutina de haber cambiado la camarera que le servía su almuerzo. Pero él sintió que, aunque ahora tendría una nueva rutina, ya nunca volvería a ser lo mismo. No creía en el destino, pero tenía ese presentimiento.


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