21/9/18

Como dos imanes

Él estaba apoyado contra la puerta de manera informal, con los brazos en jarras y las piernas algo separadas, soportando todo su peso sobre la parte derecha de su cadera. Ella se quedó de pie donde estaba, con una blusa todavía entre sus manos. Ya terminaría de hacer la maleta y largarse en cuanto finalizara la conversación pendiente que tenía con él. Pero extrañamente, necesitaba avanzar más, como un imán que la impulsaba a acercarse a él. Sin embargo, se quedó petrificada, sintió que no podía, como si entre ambos imanes existiera un muro de fuerza invisible. Él le indicó con una mano que se acercara a él, pero se limitó a negar con la cabeza gacha, mirando fijamente a un punto en la moqueta del suelo. Así que, fue él el que se acercó a ella. Conforme se acercaba, ella sintió sus músculos contraerse más y más y su corazón latir a un ritmo casi frenético y enfermizo.

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