Sergio notó distante y fría a Elena los últimos días. Cuchicheaba con Sara continuamente. La notaba distraída cuando le hablaba. No dejaba de mirarle a los ojos, pero nunca le escuchaba. Era como si nada de lo que dijera le importase. La espiaba por las noches, la veía salir de su habitación y perderse en la noche. La impotencia y la vergüenza lo persuadían de ver el final de su destino. Pero empezó a sospechar de ella. ¿Y si ocurría exactamente lo mismo que la última vez? ¿Y si le estaba engañando?
— Dime qué te pasa.
— Nada.
— Elena, no soy idiota. Dime qué te pasa.
Ella se echó a llorar. No lo podía evitar.
— Dame otra oportunidad. Cambiaré. Te quiero mucho, estoy enamorada de ti.
Para él esa declaración fue claramente la confirmación de sus peores sospechas. Le había engañado con otro. Pero, ¿con quién? Podría haber sido con cualquiera de esos chicos musculosos a los que Sara había invitado para emparejar a la prima de Aarón. Tal vez por eso la había estado viendo cómo cuchicheaba con Sara.
Se levantó de la cama, abandonando la habitación y dejándola desolada. Se retiró, en solitario, a llorar también por la infidelidad. No podía creer que la historia se repitiera de nuevo.
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