Él ya estaba apoyado contra la puerta de manera informal, con las piernas algo separadas, como soportando todo su peso sobre ellos, y los brazos en jarras. Ella se quedó en pie donde estaba, con una blusa todavía entre sus manos. En cuanto finalizara la conversación, terminaría de hacer la maleta. Sin embargo, necesitó avanzar más, acercarse a él, pero sintió que no podía, como si existiera un muro de fuerza invisible.
Él le indicó con una mano que se acercara, pero ella se limitó a negar con la cabeza gacha, mirando un punto fijo en la moqueta del suelo. Así que, él se acercó a ella. Conforme se acercaba, ella sintió sus músculos contraerse más y más y su corazón latir a un ritmo casi frenético y enfermizo.
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