3/3/16

Cruce de destinos. Capítulo 1

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La vida de Valentina había llegado a un punto sin retorno.

Por eso había tomado aquella drástica decisión. Sus padres montarían en cólera cuando se enterasen, pero poco importaba ya. Un nuevo curso había finalizado en el internado de Londres en que residía desde hacía 8 años. Siempre se había sentido muy sola en las entrañas de aquellas cuatro paredes forradas de hermosos papeles de flores pero que a ella le parecía que rezumaban putrefacción. La decisión de enviarla al internado fue precedida por el mutuo acuerdo de sus padres de divorciarse. Su desconocimiento del idioma y las costumbres ya la hicieron convertirse desde el principio en la niña rara. Cuando supo manejar el idioma y sintió un poco de confianza y quiso socializar con las demás niñas, ya se había ganado el repudio de sus compañeras. Nunca se había conseguido desembarazar de aquella sensación de que no encontraba su lugar en el mundo.

Sin embargo, Valentina comenzó a convertirse en una inocentemente hermosa muchacha a lo largo de los años y William, un apuesto joven procedente de otro internado con el que solía coincidir en contadas ocasiones en los esporádicos viajes fuera del colegio, no tardó en quedar prendado de ella. Él parecía ser su único apoyo en todos aquellos años amargos y solitarios. Pero esa situación había cambiado irremediablemente con la infidelidad de él. Ésa había sido la gota que colmaba el vaso. Había tomado la decisión y era inamovible e indiscutible.

— Valentina, estaba borracho. Ni siquiera me acuerdo bien. Lo siento mucho, muchísimo. Sabes que te amo más que a nada. Me importas más que a mí mismo. Por favor, perdóname, perdóname. Sabes que nunca te haría daño a propósito.

Ésa había sido su excusa. Pero no se la había creído. Fuera como fuera, aquella relación estaba destinada al fracaso. Valentina permanecía casi todo el tiempo confinada en aquel internado mugriento y deprimente, apenas se veían y si a eso le añadías una infidelidad....

Después de tan duro golpe no le quedó otro remedio que buscar una solución inmediata para tan infeliz vida. Una vez finalizado el curso había esperado a cumplir los por fin tan ansiados 18 años. Podría largarse de allí. El problema inicial era tan obvio como trivial: no tenía dinero. Quería volver a España, pasar página y continuar allí su vida, buscar trabajo, no importaba lo más mínimo de qué. Tenía recuerdos de España, de aquellos días felices y risueños que añoraba sobretodo al atardecer, cuando la noche llegaba con su manto oscuro repleto de estrellas. Anhelaba los momentos con sus "hermanos". Así se consideraban aunque no compartían lazos de sangre, pero se habían criado juntos. Sus padres eran buenos amigos y solían reunirse todos los fines de semana. Todos eran varones excepto ella. Y desde su ingreso en el internado había perdido todo contacto. Les echaba de menos incluso aunque algunos de esos recuerdos se basaran en todos ellos jugando a luchar y pegarse, organizando batallas, mientras que ella se sentía marginada. A Valentina no le habría importado jugar a esos brutales juegos que ellos disfrutaban más que el campo con la lluvia y el calor del sol, pero su madre no se lo permitía. Ella siempre había querido que se convirtiese en una señorita.

De ahí la idea del internado.

Por quien más cariño sentía era por Aarón. Él era un par de años mayor que Valentina, pero eso nunca fue motivo para que dejara de sentir atracción. Incluso aunque un sólo año de edad ya parece abismal en la infancia. Sin embargo, él siempre solía andar con chicas de su misma edad o incluso mayores. Sentía celos hasta el punto de maquinar planes para fastidiarlas. En su mente, él era un niño muy risueño y generoso. Puro rockero desde pequeño, al igual que sus padres. Nada que ver con William, al que podía considerarse el típico pijo estirado e insoportable al que cualquier cosa que Valentina hiciese o dijese no quedaría al gusto de él.


Tras semanas de intensa búsqueda, consiguió ponerse en contacto de nuevo con Aarón. Había pasado demasiado tiempo, no disponían de la relación de antaño, pero aceptó ayudarla. Cuando Valentina le contó la situación en que vivía desde hacía años, Aarón le mandó todo el dinero que ella supuso que necesitaba, con la promesa de pagárselo en cuanto encontrase trabajo.

Cuatro días después, Aarón la esperó en el aeropuerto, cargado de unos recuerdos y una nostalgia que se mezclaban con el ambiente apabullado y repleto de gente que caminaba de allí allá repletos de maletas.

Cuando sus miradas se cruzaron saltaron chispas entre ellos. Valentina volvió a sentir ese cariño que sintió de pequeña. Su cabeza le dio vueltas. Su corazón le gritaba que le besara, sin saber siquiera si él desearía o no. Mientras tanto, su mente le gritaba que no era razonable. Aarón, por su parte, quedó igualmente fascinado cuando vio a Valentina. Sus ojos se posaron demasiado tiempo sobre los de ella.



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