21/3/16

¿Casualidad o destino? Capítulo 1


Aquella muchacha imaginaria atormentaba la mente soñadora e ingenua de Adrián. Esa chica de rizos cobrizos y ojos oscuros como el tizón con la piel del color de la ceniza. A pesar de tratarse tan sólo de imágenes producidas por su mente, había soñado tantas veces con ella que había memorizado todos sus rasgos, que los reconocería y los veía tan nítidamente como si la tuviese delante de sus propias narices. La percibía de forma tan límpida que la había plasmado en papel un millón de veces. Decenas de dibujos atestaban las páginas de múltiples cuadernos de bocetos.

***

El escenario se elevaba sobre un mar de gente. La refulgente y cegadora luz de los desmesurados focos inundaba toda la sala, que no era excesivamente espaciosa. La batería, los altavoces, los micrófonos, los amplificadores y todo el embrollo de cables abarrotaba el escenario. Muchos de sus amigos se encontraban allí. Iba a ser una noche espléndida y memorable.

Paseó su mirada de zafiro por toda la sala, buscando a Alberto, quien había prometido darle un pase especial. Su amigo era singularmente alto, con una cresta pinchuda coloreada de azul y una pasada al cero con la maquinilla cortadora de pelo.

Y entonces la vio.

No necesitó ni una milésima de segundo para comprender a quién estaba divisando, hablando con su amigo Alberto.

— Es igual — acertó a decir. Apenas se lo creía. Valentina, una buena amiga suya, se lo oyó decir y, confundida por el desconocimiento de sus palabras, siguió la trayectoria de su mirada y la distinguió de entre la multitud también. Al igual que él, la reconoció. Era difícil no hacerlo cuando has visto todos los dibujos y bocetos de Adrián sobre ella.

— Es igual — musitó Valentina, haciendo eco de sus palabras.

Y era cierto. Su pelo larguísimo de color cobrizo resaltaba sobre su piel ceniza. Clavadísima a sus sueños. Los ojos negros, los labios carnosos que le invitaban a besar a aquella desconocida. Vestía una mini falda de cuero, sobre unas medias negras translúcidas, una camiseta que dejaba sus hombros al descubierto y unas botas de tacón. Tantas veces había soñado con ella sin saber qué era real. Y ahora la tenía ahí delante, y él sólo estaba a un paso de poder desenmascarar su misterio. Saber qué tenía aquella muchacha de especial para que se hubiera colado en su mente sin remedio cada noche.

— Quiero conocerla, lo necesito. Al menos, por curiosidad — susurró él.

— Dile algo — le instó Valentina.

— Pero no sé qué decirle — tartamudeó él.

— Háblale, preséntate. Como si quisieras ligar con ella.

— No sé si ligar con ella es lo que quiero. Sólo siento curiosidad.

— Ya, pero te la puedes ligar. Mira qué guapa es. ¡Igualita a tus dibujos! Como dos gotas de agua... ¿No te liarías con ella?

Pero Adrián se había quedado bloqueado, y los consejos de Valentina no le sirvieron absolutamente de nada. Deseaba presentarse pero, ¿qué decirle? "Hola, soy Adrián y he estado soñando contigo los últimos meses". Sí, claro. Cómo si se lo fuera a creer. Sólo pensaría que se trataría de una técnica de ligue muy cutre.



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