No lo podía creer cuando me llamaron del hospital.
Él se había despertado.
No podía ser más feliz.
Mi amor, mi vida, mi todo.
Llegué corriendo, pareciendo que me iba la vida en ello.
Cuando llegué me abracé a él.
Las lágrimas corrían eufóricas por mi rostro.
Sin embargo, él me miró confundido.
Sorprendido.
Asustado.
No me conocía.
Me sumí en un estado de tristeza y desasosiego.
Mi mente se bloqueó.
Mi mundo se estaba derrumbándose.
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