Desconsuelo en el piano

Desconsolada
Siento como los fantasmas de la tristeza revolotean a mi alrededor.
Mi mirada perdida se clava en las teclas del piano
Y mi dedo índice presiona suavemente y sin razón una de las teclas.
Las lágrimas se escurrían por mi mejilla
Empapándome la cara.

La casa que creíamos abandonada

Mis amigos y yo teníamos ganas de meternos en líos aquel día. Habíamos oído hablar de una casa abandonada, desocupada desde hacía muchísimos años. Por fuera, era la típica casa de madera, como las que aparecen en las películas de miedo). Pero, desde fuera, era una casa absolutamente normal. Era blanca, desde las paredes al techo, pasando por los muebles, las escaleras... El patio era enorme, lleno de tierra y césped artificial seco y descuidado. Las escaleras eran de piedra, ladrillos y cemento. Sacamos algunos sillones y sofás al patio para descansar allí un rato.

Esas profundas olas

Siento como el amor me traga poco a poco, dejándome sin respiración, me ahogo. El mar inunda mi alma y no la deja salir a la superficie. Ella nada y nada buscando la luz que le permitirá encontrar la salida. Pero el mar se lo impide. Ella pierde fuerza, cada vez más y se siente cansada y débil. Va cerrando sus ojitos y deja de nadar. Se rinde ante lo que es más poderoso que ella, ya no puede escapar.

Sola ante el peligro

Estoy sola en medio de este silencio, sola ante el peligro. Me enfrento a un batallón de almas perdidas que vagabundean encerrados entre estas cuatro paredes. Todo está vacío. Sólo estoy yo. Y los espectros. La gente se ha ido yendo poco a poco a casa de que la noche ya se pintaba en el cielo, ahora salpicado de miles de puntitos dorados. Hacía un rato que solo quedaba yo, la limpiadora pasó a la sala y caminó por mi lado, limpiando las mesas. Su cara no era precisamente de ánimo con aquel trapo sucio y grasiento en la mano, pero vi su cara horrorizada cuando una mala sensación le recorrió el cuerpo y salió corriendo. Antes de salir había notado que de su boca salía vaho. Realmente hacía frío allí. Lo notaba, pero no saldría huyendo.

Los muertos vivientes

Es de noche, voy caminando entre las sombras de los árboles. Estoy perdida en un bosque lleno de buitres y búhos al acecho. Allí, a lo lejos veo un cementerio. Pienso que alguien me persigue. Tengo esa sensación. Y por ello, corro. Vaya por donde vaya veo en mi imaginación ojos mirándome. Llego al cementerio, tengo miedo, el pánico se apodera de mi razón. Se apodera de mí. Pienso que los muertos revivirán para matarme. Ahí están, ya salen de sus tumbas, salen de debajo de la tierra para que me convierta en uno de ellos. Buscan mi sangre, mis huesos, mi carne... mi cuerpo. Me buscan a mí. Quieren matarme. Yo corro y huyo de ellos. Miro hacia atrás. Me están siguiendo. Todo está oscuro. No sé por donde ir. Me han rodeado y no me había dado cuenta.

El lado oscuro

En el silencio de una noche sin luna.
Sin ningún rastro de alegría.
La gente vagabundea.
Como almas en pena.
Sin un rumbo fijo.
Su semblante amargo y triste.
Muestran el lado más oscuro.
De cada persona.


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