El trayecto en coche hacia el piso de Aarón transcurrió en el más absoluto de los silencios. Valentina miraba por la ventanilla, dejándose llevar por la nostalgia y los recuerdos, contemplando lo que hacía años que no contemplaba. Aarón, por su parte, no apartaba la vista de la carretera aunque, inevitablemente, lanzaba alguna que otra mirada de soslayo a Valentina, quien no parecía darse cuenta a causa su embotamiento.
Ambos se sentían confusos...de una manera inexplicable.
En el aeropuerto, un simple "hola" y sendos besos en las mejillas era todo lo que había sucedido entre ellos. Tras tantos años ninguno supo cuál sería la mejor forma de romper el hielo.
— Puedes dormir en la habitación de invitados. Vivo solo, así que esa habitación suele estar casi siempre vacía.
— ¿Casi siempre? — preguntó ella.
— Bueno, alguna que otra noche debo hacerme cargo de algún amigo ebrio quien es incapaz de volver a su casa por sus propios medios. Y desgraciadamente, suele ser siempre el mismo y todavía es menor de edad. No es conveniente que sus padres se enteren.
— Así que, ¿haces de niñera?
— En cierto modo, sí. Aunque esto parece convertirse más bien en una pensión.
— La pensión Aarón.
Aarón se echó a reír. Valentina creyó ver un atisbo de la sonrisa que de antaño la había enamorado.
— Me lo huelo cuando se avecina una fiesta salvaje. Por lo tanto, pido a los que sé a ciencia cierta que no se van a controlar con el alcohol que avisen a sus padres que no dormirán en casa.
Valentina soltó una sonora carcajada. Aarón no pudo sino hacer lo mismo nuevamente.
Cuando aparcó el coche frente a su casa, ayudó a Valentina con el equipaje. Cargó él la enorme maleta en la que cabía toda la vida de ella. Era todo lo que poseía.
Aarón ya tenía la habitación preparada, con un hueco en el armario dónde guardaba su increíble colección de CDs para que ella pudiera colocar su ropa. Mientras cenaban la pizza que habían pedido a domicilio — y que había pagado él — recordaron de su infancia todo lo que sus mentes les permitieron, dejándolas completamente exprimidas.
Por una milésima de segundo, se quedaron mirando el uno al otro mientras explotaban en carcajadas y cuando perdieron la sonrisa se observaron fijamente, queriendo adentrarse el uno en el alma del otro a través de los ojos. Se acercaron lentamente hasta que finalmente se besaron. Era inevitable. No podía haber pasado de otra forma. Valentina sintió por fin que Aarón le pertenecía. Se sentía feliz, se sentía en casa.
Entonces, él cortó el beso abruptamente y se disculpó con ella, se levantó de la silla que pertenecía a la mesa que compartían y se fue a dormir, dejando a Valentina completamente desconcertada y avergonzada.
No copies. Todos los textos de mi blog están registrados en SafeCreative.
No hay comentarios:
Publicar un comentario