Me volvía loco pensar que hacía ya demasiado tiempo - tanto que no podría ni contarlo - que no disfrutaba de un poquito de intimidad con mi bella amante. Podríamos habernos escapado por la noche, con la luz de las estrellas y la luna menguante mientras todos dormían. Sólo los elementos del cielo hubieran sido testigos de nuestro amor. Detrás de nuestras miradas vidriosas, imperceptibles para los demás, se encontraba el ansia del mínimo roce de nuestra piel. Por fin llegó aquel momento deseado. No necesitábamos nada, sólo nosotros dos.
—¿Puedo besarte? — le pregunté después de lanzarme sobre ella y tirarla al suelo, cayendo en la mullida y húmeda hierba.
— ¿Es necesario que me lo preguntes? Soy toda tuya.
Sus labios eran como una droga para mí. Sus besos eran el veneno que se extendía por toda mi boca, juntándose con mi saliva, quemándome la garganta como un fuego abrasador.
No copies. Todos los textos de mi blog están registrados en SafeCreative.
No hay comentarios:
Publicar un comentario