11/2/17

La misteriosa marca del demonio

Apenas había algún espejo en el convento, pero tenía la suerte de contar con uno pequeño de mano.
Aquel espejo era el que me miraba cada mañana. Sin embargo, no era suficiente. Necesitaba otro espejo. Quería afrontar aquello sola, sin ayuda. Ni de las hermanas, ni de mis amigas, ni siquiera de Sergio o Carolina. Planeé salir de la habitación cuando las hermanas se fueran a dormir. Fui a la otra punta del convento, al humilde baño que compartían el resto de chicas. Una vez que supe que todas estarían durmiendo salí de la cama y, linterna y espejo en mano, me dirigí a los baños. Encendí la luz y cerré la puerta. Había un gran espejo que colgaba de los descoloridos y mugrientos azulejos blancos. Con ayuda de ambos espejos, uno reflejando la imagen de mi espalda en el otro, acabaría descubriendo si existía dicha marca. ¿Estaba segura de querer conocer la verdad? Si era una farsa podía reírme del muchacho y pasar de él. Sin embargo, los miedos me arrasaron la cordura durante unos instantes: ¿y si descubría la marca del demonio? Aquel símbolo con forma de alas negras, como los de los ángeles caídos. Yo nunca había creído en aquellos demonios que debíamos estudiar en las clases. ¿Pero y si aquello era cierto? Mi mundo y todo cuanto conocía daría un vuelco monumental. Finalmente, me quité la camiseta del pijama, quedándome en sujetador, y me guié con ayuda de ambos espejos para descubrir la verdad.


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