Sara no cesaba en su empeño de buscarle un novio a Valentina. No obstante, Aarón resolvió que eso no podía suceder y no flojeó ni un ápice su decisión de sabotear cualquier intento. Las casas rurales habían sido la excusa perfecta para las tentativas de Sara. Sin embargo, Aarón no vaciló en estropear todas y cada una de ellas.
Cada vez que Sara hacía presentación de un nuevo galán a Valentina, Aarón terminaba hablando con dicho chico para hacerle cambiar de opinión con excusas tales como: que tenía un hermano con muy mala leche que reparte tortas como panes, que ya tenía un novio, que prefería las mujeres pero todavía no había salido del armario...
— No sé que ocurre, Valentina. ¡Buscarte novio no debería ser difícil! — bramó indignada Sara.
— No te preocupes, Sara. Seguro que es lo mejor — dijo Valentina casi en un susurro y ocultando su alivio; ya que lo último que deseaba en ese momento era una nueva carga. Su corazón no estaba curado todavía para pasar página y, además, para ello, quería hacerlo sola. A ella no le valía la frase de "un clavo saca otro clavo".
— Me siento frustrada... No quiero que te sientas sola. No quiero que adquieras complejo de "sujeta-velas".
Valentina hizo una mueca. En ese sentido sí le daba la razón a Sara. Claro que se sentía como una intrusa allí. No había nada que deseara más que huir de aquel piso que le recordaba con frustración que el hombre que amaba nunca sería para ella. La oportunidad de escabullirse de allí apareció antes de lo que ella misma se esperaba.
— En un mes será el cumpleaños de Hugo. ¿También le conocías a él de pequeña?
— Sí. Aunque no le veo desde entonces.
Valentina recordaba a Hugo como un niño regordete y fornido cuando era pequeño, además de inquieto y locuaz. Ahora era un esbelto y desgarbado joven, con el mismo pelo ensortijado y moreno e igual de perspicaz. Su padre era dueño de una empresa de lámparas con que había hecho gran fortuna. Él, además de trabajar en una de las docenas de tiendas que poseían, se había hecho con un pequeño pisito de soltero bastante acogedor. Valentina, con cierta valentía y sonrojo alcanzó a pedirle irse a vivir con él, a pesar de aquella noche era la primera vez que se veían en años.
— ¿Estás viviendo con Aarón? Es un muermo desde que tiene novia. No te ates a nadie, Valentina. Sé inteligente. Claro que puedes venirte conmigo, ¿cómo has aguantado viviendo con ellos dos desde hace tanto tiempo? Si hubiese sabido que estabas aquí, te hubiese llamado yo mismo.
— Yo te prometo ayudarte en la casa y en cuanto encuentre trabajo te pagaré, al igual que pagaré a Aarón. A pesar de que me dijo que no le debía nada, pero quiero hacerlo.
— ¿Puedo tenerte como chica de los recados? Tengo unas cuantas cosas pendientes y con el trabajo de la tienda estoy hasta arriba. Después podría hablar con mi padre para que te "enchufe" en alguna de sus tiendas. No es un gran salario, pero el trabajo es tranquilo y no echarás más horas de las reglamentarias.
— Entonces, ¿tenemos un trato? — preguntó ella, esperanzada.
— Por supuesto que sí. Mañana te recojo a la hora que quieras.
Valentina vio una luz al final del túnel.
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