Sobre la encimera de ladrillo de la chimenea, se posaban dos cisnes dorados, un jarrón de flores secas y dos figuras de cobre de dos grotescos niños. La casa estaba decorada con numerosos cuadros pintados a mano. Los cristalitos con los cuales se componía la lámpara, tocaban un dulce tintineo al contacto. El hueco que había bajo la escalera de madera se llenaba con un sofá de distintos bordados, tres cojines, varios cuadros y una mecedora.
Este texto forma parte del libro "Pensamientos desastrosos".
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