5/5/16

Cruce de destinos. Capítulo 4



- Por favor, por favor, por favor... - suplicó Elena por millonésima vez.

- He dicho que no. María Elena, si quieres ir a la fiesta por mí estupendo, pero que conduzca otro.

Cuando alguien de su familia pronunciaba su nombre completo es que se avecinaba una buena bronca de la que no había marcha atrás.

- Nadie más tiene coche, papá.

- Claro, y a nadie más el pasa lo que a ti. Hija, tienes que espabilarte, volverte astuta y estratega.

- ¿Qué tiene que ver una cosa con la otra?

- Mucho. Nos hemos gastado ya mucho dinero en tu coche. Antes de sacarte el permiso de conducir montabas sola en el bus y no pasaba ni media. Sugiero que tus amigos y tú vayáis en transporte público. Además, la gasolina está por las nubes. El dinero no cae del cielo.

- No hay autobuses por la noche.

- Emilio, ¿le has dicho lo de la cena de esta noche? - interrumpió Inmaculada, entrando en el comedor con un plato lleno de tortitas.

- ¿Qué cena? - preguntó Elena.

- ¡Oh, se me había olvidado! Esta noche nos visitan los tíos con los primos pequeños. Es probable que después de la cena nos vayamos de picos pardos.

- Yo no pienso ir - masculló Dani -. Un amigo viene a casa a ver una película.

- Y yo tengo la fiesta - recordó Elena.

- No hemos dicho que vosotros vengáis. Os quedaréis aquí cuidando de los primos.

-¡¿Qué?! - gritaron al unísono ambos hermanos.

- No podéis hacernos esto - se indignó Dani.

- Claro que podemos puesto que somos vuestros padres. Así que tú - señaló a Dani -, no puedes traer a ningún amigo y tú - se dirigió a Elena - no puedes ir a esa fiesta. Y nada de peros. Que no quede ni una tortita en el plato y ayudar a vuestra madre a recoger la mesa.

- Sí, papá - mascullaron ambos hermanos a la par.

Milagrosamente, por la noche, sus padres habían cambiado de parecer: habían decidido darles una tregua.

- Está bien, la cosa está así - dijo su madre -. Elena, tú puedes ir a la fiesta... - se dio media vuelta y se dirigió a Dani - siempre y cuando tu hermano se quede en casa cuidando de los primos.

- ¡No es justo! - se quejó Dani.

- Déjame terminar. Cuidarás de los primos, pero puedes traerte a tu amigo a casa, podéis encerraros todos en tu habitación con los primos dentro para tenerlos controlador. Mientras veis la película, sácales algunos muñecos y caerán rendidos como angelitos hasta que lleguemos nosotros.

- ¡Genial! - gritó Dani.

Y cuando Inmaculada iba a despedirse de ambos, descubrió que Elena ya había salido corriendo a su habitación para ponerse guapa.

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