¿Cómo puedes decir, tú, precisamente tú, que no eres hermosa? Si pareces una muñeca de carne y hueso, de esas de medidas espectaculares, de las que las niñas piden para que les traigan los Reyes Magos o Papá Noel en Navidades o incluso para su cumpleaños. Mientras que yo parezco una de esas muñecas de porcelana mal vestidas que hay en todas las casas de las abuelas y que, cuando las ves, no puedes evitar que un escalofrío te recorra todo el cuerpo porque te recuerda irremediablemente a las películas de miedo.
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