Cuando Elena llegó al comedor por la mañana, Sergio y los demás estaban ya desayunando. Sergio no la había despertado antes de irse de la habitación que compartían, pero había preparado cafés y gofres con chocolate para los dos. Marcos y Natalia no estaban. Se preguntó si verdaderamente habían pasado la noche juntos y su intuición le dijo que sí. Irene no paraba de reír y presumir de que se había acostado con alguien aquella noche. Tardó demasiado en comprender que hablaba de Marcos. Eso no podía ser. O Marcos había dejado sola a Natalia en su habitación después de consolarla o Irene estaba mintiendo. Si no mentía, a su amiga se le partiría el corazón.
Comprendió que estaba a punto de descubrirlo cuando vio a Natalia aparecer por la puerta. Se había echado maquillaje para ocultar los moratones pero las hinchazones se notaban todavía.
—Hola, Natalia. Estaba contando a todos que he pasado la noche con Marcos. Me pareces una buena chica y creo que te gusta, pero no creo que seas su tipo. Si a ti te gusta tanto y lo vas a pasar mal, yo le puedo decir que lo nuestro se acabó. Le voy a romper el corazón pero, por una amiga lo que sea. ah, no, si no eres mi amiga — dijo con aire burlón.
Los demás la miraron con una mueca. No estaban de acuerdo con sus palabras. Elena estaba a punto de intervenir para contar el momento que Marcos y Natalia compartieron para desbaratar su versión, cuando — no hubo un mejor momento — el susodicho apareció también para desayunar. Se acercó a Natalia y le dio un sonoro beso. Todos excepto Elena se quedaron con la boca abierta, preguntándose si jugaba a dos bandas. Se sentó junto a ella y le dio un bocado a un trozo de pan. Y entonces, con una seguridad con la que nunca había visto a su amiga, dijo:
—Bueno, Irene... He pasado la noche con Marcos. Me pareces una buena chica y creo que te gusta, pero no creo que seas su tipo. Si a ti te gusta tanto y lo vas a pasar mal, yo le puedo decir que lo nuestro se acabó. Le voy a romper el corazón pero, por una amiga lo que sea. ah, no, si no eres mi amiga — le dio de su propia medicina, haciéndose tragar sus propias palabras —. Y, ah, otra cosa, es bastante imposible que anoche estuvieras con él porque estaba conmigo.
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