9/7/18
Cruce de destinos. Capítulo 20
Aarón no dio crédito a lo que pasó cuando llegó a casa tras un duro día de trabajo.
—Ha llegado una carta de tu prima Valentina. No tiene remitente, así que imagino que la habrá dejado en el buzón directamente — comentó indiferente Sara mientras se pintaba las uñas de los pies.
—¿Carta? — preguntó extrañado.
—Sí. ¿Quién escribe cartas hoy en día? Es un poco rara tu prima. Guapa, pero rara.
Aarón no contestó. Algo no iba bien. ¿Por qué escribiría Valentina una carta si vivía allí? A no ser que... Cogió apresurado el sobre, que contenía algún tipo de objeto que formaba relieve en el papel. No pudo quedarse más sorprendido cuando descubrió lo que había en su interior: su copia de las llaves del piso, una nota y un fajo de billetes, el dinero que un día él le prestó. En el blanco papel sólo se leía:
<<Lo prometido es deuda. Firmado: Tu prima Valentina>>
Valentina se prometió a sí misma que la escapada de las casas rurales sería la última vez que vería a Aarón. Terminó de instalarse en una de las habitaciones vacías del piso de Hugo, quien le había prestado por adelantado todo el dinero que le debía a Aarón. Así no tendría que volver a contactar con él. Hugo le había prometido meterla en una de las tiendas de su padre.
Lo que ella no sabía es que, aunque había decidido olvidarse de Aarón por completo, él no estaba dispuesto a dejarla marchar.
—¿Qué tiene que tener un chico para que te fijes en él? — le preguntó un día Hugo. — Sólo es por curiosidad. Que conste que yo no estoy interesado.
Valentina soltó una carcajada.
—Nada en concreto... No es que tenga un prototipo ideal. Tal vez alguien como yo...
—¿Y cómo eres tú?
Ella se quedó pensativa durante un minuto y luego se echó a reír.
—Creo que conozco más mis defectos que mis virtudes: soy muy patosa, un desastre, no estoy interesada en la moda, todo lo que cae entre mis manos se me resbala como si estuviese cubierto de mantequilla...
—No te estás vendiendo muy bien — le reprochó en broma Hugo.
—No necesito venderme porque no soy un coche. Te estoy diciendo lo que hay, con sinceridad.
Se quedaron en silencio durante un minuto. Ella iba a reventar: necesitaba explotar, desahogarse.
—¿Sabes que cuando era pequeña Aarón me gustaba mucho?
—¿En serio? ¡Nunca lo imaginé! ¿Y qué sentiste al llegar aquí?
—Que esos sentimientos volvían — estaba siendo sincera, pero por nada del mundo revelería la infidelidad de Aarón —. Cuando me recogió en el aeropuerto noté que había "feeling" pero ya ves... me equivoqué.
—¿Crees que puede pasar algo entre vosotros algún día?
—Para nada. Está Sara.
—Bueno...tal vez no estén para siempre. Puede que un día deje de ser un problema.
—Ni aun así. Aparte de Sara...Sé que tendría muchas chicas a su disposición y no creo que yo fuese su favorita precisamente. Lo sé por la escapada en las casas rurales. Muchas se lo comían con los ojos y Sara no parecía darse cuenta — puso los ojos en blanco.
—Te subestimas demasiado. Eres preciosa, inteligente, simpática... Cualquier hombre caerá en tu red cual mosca en una telaraña...los apresarás fácilmente. Al que desees.
<<Menos al que yo deseo>> pensó ella con tristeza y pena.
***
Dos semanas después, Hugo apareció en casa con una visita inesperada para Valentina. Ella miró a Hugo con alarma. Él se encogió de hombros y dijo:
—Ha insistido y creo que os vendría bien. Pues nada, me piro — y dicho y hecho. Aarón y Valentina no se movieron durante varios minutos, sin mirarse siquiera.
Aarón no quiso quedarse de brazos cruzados cuando encontró la carta de Valentina. Todo esto había llegado demasiado lejos. Necesitaba aclarar todas las dudas posibles. Sabía que estaba siendo egoísta pero necesitaba saber que lo perdonaría. Hacía días que dudaba de si romper o no con Sara, había preferido mantener su relación como un plan B. Sabía que eso era un acto egoísta y cruel. Sinceramente, se sentía miserable.
Pero cuando vio a Valentina, allí plantada en medio del salón del piso, supo que cortaría con Sara, fuera cual fuera la decisión de Valentina.
—No voy a negar el hecho de que siento algo muy fuerte por ti, Aarón. Por eso me fui. Es algo que no pude evitar cuando era una niña ni puedo remediar ahora. Siento haber sido una molestia y un estorbo en tu camino. Espero que seas feliz — ella rompió el silencio.
—Sólo seré feliz si permaneces a mi lado — contestó él.
—Pero...no...¿Y Sara? — balbuceó ella.
—Lo siento — parecía sincero.
—¿Qué lo sientes? ¿Todas las lágrimas que he derramado valen para ti un "Lo siento"?
—No. Para mí tus lágrimas no tienen precio. Me duele que las hayas derramado por mi culpa y eso no me lo perdonaré en la vida. El beso que te di antes de que supieras que Sara existía...quería ver si la puerta seguía abierta para mí. ¿Es que no lo entiendes?
—¿Qué puerta? — Valentina se sintió confusa. ¡No entendía nada!
—¿Es que aún no te has dado cuenta? ¡Sigo enamorado de ti! ¡Lo estoy desde pequeño! ¡No te dije nada cuando éramos niños porque creía que tú, al ser una niña pequeña, no entendías aún de sentimientos! ¿Cómo iba a saberlo? Y cuando te fuiste al internado, pensé que no volvería a verte. Y después de tantos años... — Estaba siendo el discurso más largo que le había oído pronunciar —:Sé que la distancia es una puta mierda. Nadie lo sabe mejor que yo, o que tú misma. Ha sido duro estar tantos años separado de ti. Pero yo no te veo como una amiga, ni como una conocida, ni como una hermana siquiera...te veo como te veo.
—Me ves como una "prima" — contestó ella sarcásticamente.
—No. Te veo como, que posiblemente, si tú lo deseas tanto como yo, pudieras ser mi media naranja, mi compañera en la vida. Nada me importa más que tú. Ni siquiera Sara. Cuando llegaste al aeropuerto, te vi tan distinta de cómo te imaginaba... Estaba claro que no te vería como una niña porque habían pasado demasiados años para que fueras tal, pero no me imaginaba que harías florecer de nuevo esos sentimientos que yo creí tener de pequeño. Y si tuve dudas cuando era un niño, ahora ya no las tengo. En las casas rurales, con todos esos musculitos inútiles... ¿Quieres saber por qué después de que te los presentara Sara ya no volvían a hablar contigo nunca más? Porque yo interfería. Yo les decía que, en realidad, no estabas disponible. Me comían los celos, me moría de celos. Te quiero sólo para mí.
Ella no supo cómo reaccionar en un principio, pero vio sinceridad en los ojos de Aarón y lo único que acertó a hacer fue correr hacia sus brazos y fundirse ambos en un abrazo.
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