— ¡Ey, chicos! — gritó Elena una vez hubo localizado a sus amigos entre la masa de gente que había a su alrededor.
— ¡Has venido! Cuando me has mandado el mensaje creía que se trataba de una broma.
— Sí, yo tampoco me lo creo todavía. Iba a venir andando, pero mi tío se ha presentado voluntario para pagarme un taxi.
— Buenas noches, Elena. Estás realmente... ¡guau! — exclamó Felipe.
— Hola, Felipe — masculló Elena, sin mucho entusiasmo —. ¿Nuria y Juan no han venido?
— No, hoy se han tomado el día libre para descansar de nosotros y disfrutar entre ellos. Ya sabemos lo que eso implica. Por cierto, hemos conocido a unas cuantas personas muy interesantes antes de que tú llegaras — dijo Cristina pícaramente —. Personas consideradas populares.
— Qué bien — musitó Elena sarcásticamente. No le gustaba conocer gente nueva y menos que fuera popular, ya que, de una forma u otra, siempre acababan metidos en líos por culpa de dichas personas. Sin embargo, Natalia nunca tiraba la toalla en ese aspecto.
— ¡Oh, venga! No te pongas así. ¡Hay chicos guapísimos por aquí a los que hincarles el diente! — me dijo en tono confidencial.
— Mira quien está dando la lata otra vez — comentó sarcásticamente Rubén. Le estrechó la mano amistosamente a un chico rubio, alto y de ojos azules que Elena reconoció enseguida.